Publicado en El País

Por: Andrea Padilla Villarraga
Activista por los derechos de los animales | Senadora animalista de Colombia | Ph.D. Derecho | @andreanimalidad |

– Febrero 14 de 2024 –

La ministra de agricultura, Jennifer Mojica, se fue lanza en ristre contra quienes defendemos a los animales, la naturaleza y la biodiversidad. En un evento público, en Buenaventura, afirmó que el Decreto 281 de 2021 ––que ordenó un plan ambiental para la protección y conservación de tiburones, rayas marinas y quimeras, prohibiendo su captura–– es un decreto de “gomelos” y “yuppies” cuyo actuar da muestras de racismo. Enseguida, cargada de pugnacidad, cabalgó sobre la idea de que Colombia se divide entre dos mundos: el de las gentes del país central, blanco y privilegiado, que produce ciencia elitista de espaldas a la realidad, y el de los demás: los no blancos, los no privilegiados, que en todo discurso populista son catalogados como “el pueblo”, cuyo saber es “heredado” o “ancestral”. 

El hecho podría pasar como anecdótico; como el descache de una ministra afectada por la compunción que le produjo conocer, por primera vez, las condiciones de miseria en las que viven tantos colombianos. Pero más que anecdótico, su discurso es peligroso: convierte en tarjeta de tiro a quienes ejercemos la defensa ambiental y de los derechos de los animales, a la vez que atiza los odios y resentimientos que unos llevan en el alma y otros en las armas. No exagero. Colombia es el país donde más defensores del ambiente son asesinados. Y señalarnos de racistas, elitistas y privilegiados indiferentes, mientras anima a la movilización de los del “otro mundo”, no solo es profundamente injusto, sino temerario.  

¿Por qué convertir las discusiones importantes o controversiales en una pugna racial o de clases? ¿Para qué azuzar los odios y llamar a “el pueblo” a movilizarse (¿contra los privilegiados?) en vez de gobernar para todos con compasión y justicia? ¿Qué necesidad de crear falsos dilemas como si hubiese que elegir entre proteger las vidas de los animales o de las personas porque no todas fueran valiosas? ¿Cuál es el propósito de descalificar los conocimientos de algunos, de las ciencias, las humanidades, como si no merecieran o debieran ser tenidos en cuenta en los debates públicos? Porque si ahora todo va a ser “tradición” y “ancestralidad” cerremos el Ministerio de ciencia, tecnología e innovación, de paso el de Educación, y declaremos patrimonio las horrendas y embrutecedoras corralejas. Qué error. Qué descache. Qué peligro. Nada más antiprogresista que aferrarse acríticamente al pasado. 

La ministra debe entender que ella no obedece a un mandato popular, como equivocadamente lo dijo, sea de los ganaderos blancos o de las platoneras negras; tampoco le corresponde hacer política, ni echarse discursos cargados de ideología; mucho menos, elegir entre sectores más o menos merecedores de su atención. Su deber, como ministra de estado, no de partido, es técnico, y bajo ese enfoque debe escuchar y atender todas las visiones sobre los asuntos de su competencia para llevar al país al mejor puerto. Ojalá sopese su error y el daño que su discurso pendenciero le hace al país y al gobierno. Y ojalá podamos seguir creyendo que este gobierno es “de la vida”: la de todos, sin excepciones ni categorías, incluidos los animales.